lunes, 10 de febrero de 2020

Reconocer, nominar y legitimar nuevas diferencias en nuevas audiencias jóvenes para intervenir sobre los sistemas de preferencias

Rubén Weinsteiner




Por Rubén Weinsteiner



Cuando pensamos en construir y acumular marcariamente en los segmentos jóvenes, nos engocamos necesariamente en nuevas audiencias, en periferias blandas de nuestros espacios de adherentes y en espacios despolitizados con marcos de referencia, pertenencia y pertinencia alejados de la política.



Fortalecer el voto duro propio, es importante desde un punto de vista estratégico por la consolidación de una base y por la potencia evangelizadora de esa base, que puede y debe expandir la misma.



Pero el despliegue de las acciones de la marca política entre los propios y las audiencias redundantes limitan el crecimiento de la potencia electoral de la marca política.



Esa salida afuera tampoco pretende ser masiva, sino quirúrgica y microsegmentada. Con un cálculo preciso de la economía de fuerzas y de la categorización de los accesibles y posibles. Nadie pretende colonizar al núcleo duro del adversario. Siempre conviene empezar por la periferia blanda propia y de ahí avanzar hacia los sectores fluctuantes más cercanos.



Los adultos tienen marcos de referencia consolidados y rígidos, en los jóvenes, esos marcos están en construcción mutación y evolución permanente. El joven necesita diferenciarse para ser y visibilizar esa diferencia para aparecer.



Por lo tanto el jóven mucho más lábil que el adulto. Aún aquel que proviene de segmentos muy refractarios.

Apuntar al voto joven es el mejor negocio electoral que podemos hacer.

Obama obtuvo en 2008 el 66% del voto joven, y en en 2012 el 60%. Con ese número corrigió todos los déficits que tenía en segmentos muy potentes del electorado de los EE.UU. como hispanos, judíos y blancos pobres.





El sistema de preferencias joven es tribal por estructura y funcionalidad. Y consolida los principios de desligamiento y diferenciación de los jóvenes hacia el marco de referencia de los adultos.



Leer, interpretar e intervenir sobre esas diferencias, es el insumo básico para construir un discurso potente en los segmentos jóvenes.

El proceso de intervención consiste en: 1) lectura e interpretación de las diferencias 2) caracterización y problematización discursiva de las demandas que entrañan esas diferencias 3) descripción de personajes y responsabilidades en el escenario de choque entre las realidades diferentes 4) planteo de la normalización y aceptación de las diferencias y nuevas realiades determinadas por estas.



El que nomina domina



“El que nomina, domina”, decía Pierre Bourdieu explicando cómo la lengua que hablamos resulta un escenario de enorme densidad política y que los modos de nombrar los hechos no son neutrales y encierran intencionalidades, ideologías, tomas de posición.



a) Diagnóstico de las nuevas realidades y nominación

b) Corporización de los actores e intervención de los mismos en el proceso innovador
c) Incorporación de los nuevos paradigmas a la realidad presente


El Naming del problema

Hay cosas que existieron siempre: el bullyng, el grooming, las start ups, etc. Pero recién cuando las denominamos, podemos darle entidad y operar sobre ellas en el plano de la realidad. El naming del problema debe constituirse en significante y conectar heterogeneidades diversas para poder ser horizontal, en lugar de "divide y vencerás", decimos, "agrupa y vencerás" el problema debe aglutinar, juntar, hacer confluir

El problema debe tener un nombre, y los actores también.

Instalado el problema que viene a resolver la diferenciación petendida, en el imaginario y en la agenda, hay que nominarlo de manera potente para apropiarse del mismo y poder liderar el proceso de cambio, y que este sea asumido por todos los jugadores. De eso se trata la hegemonía cultural.

Esto se da cuando un diario de derecha liberal habla de "capitalismo salvaje" o cuando le preguntaban a Margaret Tatcher, sobre cuál había sido el mayor logro de su gobierno y respondió: Tony Blair (teniendo en cuenta que Blair representaba a la izquierda laborista, pero compartía los presupuestos del liberalismo económico).


Las demandas de desligamiento del universo adulto y difereniciación, por parte de los jóvenes, no se constituyen en un proceso automático y natural, sino que se definen por la subjetividad enmarcada en los mecanismos primarios de referencia, que nos permiten construirnos una idea clara e inmediata de cómo leer la realidad a través de nuestro encuadre cognitivo (cognitive framing).

No hay un marco, hay una acción de encuadrar, de enmarcar la realidad.

Para intervenir sobre la subjetividad de los sujetos de elección hace falta conectar con su estructura de marcos cognitivos. Si nuestro discurso no esta alineado con los marcos de nuestro público, este lo rechazará o directamente no lo comprenderá, no lo sentirá, no le hará consonancia.

Es por eso que la lectura de las demandas y la construcción de la narrativa de la marca política sobre esas demandas puede y debe intervenir sobre ese encuadre cognitivo.


El disenso formal activo permite poner en crisis los marcos de encuadre cognitivo del universo adulto y las hegemonías actuales, problematizar dicha hegemonía, plantear, desde el discurso una conceptualización de la diferencia propuesta y la lectura de que no estamos condenados a lo actual, sino que esto pasa porque hay cosas que no se hacen o cosas que se hacen mal.

Por eso muchas de las demandas y deseos se encuentran en estado de latencia, obturadas por discurso del mainstream, limitante, justificador y obturador de los deseos lantentes y bloqueador de las diferencias, que para los jóvenes son esenciales, casi como una cuestión de supervivencia en tanto jóvenes.

El discurso de poder, debe organizar las percepciones en función de la potencialidad de acción de la marca política, para palntear que las diferencias y los cambios son posibles, modificando aquello que parece inmutable y sin solución, planteando comos claros y proyectando la subjetividad de una fuerte potencialidad de la marca política.

Hay que tener el dedo en el pulso las 24 horas para leer las diferenicias que los segmentos jóvenes quieren instalar, analizar e interpretar los deseos lantentes en esas diferencias, apropiarse de los marcos cognitivos de estos segmentos, problematizar para proponer factibilidades, convocar y esperanzar, e intervenir y comprometer emocionalmente desde el discurso con una perspectiva de un futuro distinto, mejor y alineado con las demandas latentes de los segmentos objetivo.



Rubén Weinsteiner

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