sábado, 19 de octubre de 2013

El enemigo poderoso y posible en la construcción de la #marcapolítica el #votojoven







Por Rubén Weinsteiner

En estos tiempos en los cuales la figura de Raúl Alfonsín, se resignifica a la luz de la perspectiva que brindan la distancia, el reencuadre de algunas de sus decisiones y las referencias de gestiones posteriores, se impone reflexionar acerca de los mecanismos de construcción de poder y acumulación de la marca política Alfonsín.

A los efectos de este análisis tomo dos períodos en la gestión de construcción y acumulación de la marca Alfonsín:

1) Construcción inicial, campaña y llegada al poder , 82-83

2) Gobierno 84-89

Observamos entre estos dos períodos muchas diferencias, tanto en la gestión del discurso, del posicionamiento, de la narrativa, de la personalidad y de la identidad política como del naming entre otras cosas. Pero existe una diferencia altamente significativa, que determinó debilidad en la construcción de poder de la marca Alfonsín.

Durante el primer período Alfonsín denunció el pacto militar sindical, ubica al enemigo en una entidad compuesta por el viejo sindicalismo, el viejo peronismo y los militares.

Al “somos la rabia” del viejo peronismo, le esgrimió el “somos la vida” y de esa manera consolidó une enemigo posible, vulnerable como vimos en las elecciones del 83, pero tampoco tan débil como para perder verosimilitud como enemigo.

Durante el gobierno radical, a la marca política Alfonsín, sus estrategas no supieron construirle enemigos poderosos y posibles, si bien enfrentó numerosos enemigos, todos ellos, como se demostró en el terreno, eran demasiado fuertes para Alfonsín: Saúl Ubaldini, La Sociedad Rural, los Carapintadas, la City, La Iglesia, Clarín etc.

Es muy difícil construir y acumular poder sin un enemigo poderoso y viable, al que se pueda derrotar y que a la vez configure algún tipo de amenaza real, y de esa manera sea tributario de la construcción de la propia identidad.

Para dotar de volumen y capilaridad emocional a una marca política, hace falta determinar en el terreno un clivaje, un modelo binario. Lo que uno es, contrapuesto a lo que no es. Institucionalidad versus clientelismo, justicia social vs reformismo conservador, corrupción vs honestidad, orden vs caos. De esa manera la propia identidad está definida por los atributos propios valorados y queridos por los segmentos a interpelar y del otro, los atributos valorados negativamente y temidos por la clientela electoral.

Este clivaje construido desde los conceptos requiere una personalización para dotar al esquema binario de mayor potencia emocional.

El concepto corrupción dispara significados negativos, pero si le ponemos nombres y rostros los significados que disparará adquirirán una dimensión emocional con mucho mayor poder de fuego.

Los Kirchner no enfrentaron a Clarín en su primer gobierno con el 22 % de los votos, ahí el enemigo era el neoliberalismo, encarnado en un menemismo residual agonizante. Tampoco enfrento a Duhalde antes del 2005, lo enfrentó cuando la relación de fuerzas se lo permitió.

Carrió, los despojos del partido militar, Clarín, y los “piquetes de la abundancia” del campo, fueron enemigos que a la luz de los resultados se verificaron como superlativamente eficaces.


Planteo de luchas contra enemigos poderosos, con final abierto.

Muchos plantean que la 125 fue el ADN del Kirchnerismo. Como esta batalla, se trata de luchas difíciles, enmarcadas en la épica de quien se sabe más débil y por lo tanto debe revelar mística, valor y coraje para dar una batalla, a priori perdida, pero decisiva e ineludible.
El enfrentamiento contra poderes hasta el momento “intocables” e “invulnerables”, le otorga vitalidad y dinamismo, al vínculo, entre una fuerza y los jóvenes
Ese final abierto, esa asimetría desfavorable, indignan, emocionan, convocan y construyen la bronca originaria y movilizadora y la alegría de la acción y compromiso colectivos.

Alfonsín durante los dos primeros años, no tuvo una oposición sólida que pudiera establecerse como un enemigo plausible. Los enemigos corporativos eran creíbles pero demasiado fuertes. Cuando la oposición se consolidó, se convirtió en un enemigo exageradamente potente para enfrentarlo.

La marca política es una máquina que dispara significados. Alfonsín, parafraseando su último discurso, “no pudo, no quiso o no supo” erigir ese enemigo derrotable e imprescindible para construir una marca política, que dispare significados emocionales de poder.





















Public Affairs

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