miércoles, 20 de febrero de 2019

El voto del segmento clasemediero imaginario



Rubén Weinsteiner

En la mayoría de los países occidentales, en Europa, EE.UU. y latinoamérica, la gran mayoría de la población cree que pertenece a la clase media, o por lo menos dice pertenecer a la clase media.


Este fenómeno es transversal a variables como edad, nivel de ingreso, años de estudio, religión, etc.



La pregunta fue la siguiente: “La gente algunas veces se describe a sí misma como perteneciente a una clase social. ¿Ud. se describiría como perteneciente a la
clase alta, media alta, media, media baja o baja?”.

Es raro, pero hay países como la Argentina, y muchos países europeos, donde el 80% de la población se define como clase media.
Históricamente, la educación y el trabajo, el capital cultural, aparecen como los motores principales de la movilidad social ascendente. La salud, acceso al transporte, el cuidado personal y las prácticas sanas -y actualmente la conectividad- siguen en orden de importancia a la hora de pensar la movilidad social ascendente.

Más allá de las condiciones objetivas, la pertenencia a una clase social es una forma de "identidad subjetiva" a la que las personas adhieren por distintas motivaciones y valores. En el caso particular de la Argentina, las posiciones sociales adoptan características particulares: el fantasma “de lo que se fue y la persistencia por seguir siendo”. La posesión de capitales no implica necesariamente su combinación ni mucho menos su estabilidad: el capital cultural sobrevive a la pérdida del capital económico, por lo que el consumo responde muchas veces a valores y aspiraciones de clase "residuales'; que se activan especialmente durante las crisis.


Tradicionalmente, la clase media ha sido conceptualizada y medida sobre la base de atributos definidos externamente por expertos, sin recurrir a las percepciones de las personas



Esta práctica se ha justificado mediante dos argumentos:
i) las posiciones de los sujetos en la estructura socioeconómica son independientes de sus percepciones, y ii) las mediciones basadas en información subjetiva sobreestiman el peso de la clase media.



En latinoamérica se aprecia que los porcentajes de población que se sienten de clase media o media baja difieren según los países. Los mayores valores se verifican en la Argentina, Uruguay, Bolivia y Costa Rica (85%, 82%, 80% y 79% respectivamente), y los menores en Nicaragua, Honduras, el Salvador y Guatemala (46%, 51%, 55% y 56% respectivamente).


Una hipótesis es que las personas podrían tener una mayor propensión a definirse como de clase media en países con menos pobreza absoluta. En entornos con una menor incidencia de la pobreza podría incrementarse la probabilidad de que las personas se sientan de clase media, siempre y cuando se cumplan dos condiciones:
i) que crean que la clase media comienza una vez que han sido cubiertas las necesidades básicas de subsistencia o, alternativamente, cuando se supera un cierto umbral de pobreza, y ii) que exista una cierta cercanía conceptual entre el concepto (y el umbral) de pobreza de las personas y el que se emplea en la medición monetaria.
El porcentaje de la población que se identifica como de clase media es significativamente mayor en los países donde la incidencia de la pobreza es más baja (por ejemplo, la Argentina, Uruguay y Costa Rica).



Estamos pensando en hablarle a personas que de ninguna manera por ingresos, por estructura de bienes, consumo y ahorros son clase media, pero que creen serlo, dicen serlo y quieren serlo.



La construcción de la otredad como afirmación y constitución de la propia identidad, funciona sobre la base de categoría bien definidas. El otro es “el negro”, si yo soy como él, yo soy “negro”. Cuando hablamos de “el negro” como significante de otredad refleja, no pensamos en el desclasado absoluto. “El negro” es el turco en Alemania, el árabe en Francia, “el morocho” en argentina, el cholo en Perú o en Bolivia.

Ser de clase media es no ser el otro que condensa todo lo que la subjetividad construida pone en el lugar de rechazo.



Ser de clase media está asociado al confort, a la comodidad, al auto, a la casa propia, a un buen trabajo. La imagen construida por los medios de la clase baja, de los que es ser clase baja, choca con el deber ser, con lo que esta bien, con lo deseable, en términos de la subjetividad del imaginario colectivo.

El taxista te dice “nosotros la clase media”, la moza del bar lo mismo, la maestra, el empleado de seguridad del banco igual.

Gente que ni siquiera está cerca de llegar a cruzar la línea de pobreza se narra a si misma como clase media.

Antes ser de clase baja era quizás ser un trabajador de fábrica, hoy alguien flexibilizado laboralmente, desempleado estructural, un repositor de súper, un cartonero, alguien que vive de un plan, un piquetero, un pibe chorro.



Las narrativas de ascenso a través de la educación y el trabajo continúan teniendo una centralidad clave cuando las personas explican un derrotero de movilidad ascendente considerado legítimo.



Quien querría ser de clase baja si es ser lo que retratan los medios.

Todos quieren ser clase media y mostrarlo a través del uso de marcas, de autos, de ropa, de celulares, etc. Si se puede se compra un iphone, zapatillas caras, imitaciones de marca en las saladitas, etc.

Como se le habla a un 50 % o más de la población que cree que es clase media pero no lo es?



El “voto Doña Florinda”



La vecindad del Chavo del 8, lo que sería un conventillo pequeño, contaba con varios personajes. Por un lado el Chavo, ese chico huérfano que vivía en un barril, que no tenía ninguna persona que se hiciera cargo de él, aparentemente ningún resorte del estado que se ocupara, pero que iba a la escuela y sobrevivía de alguna manera. También estaba la bruja del 71, que uno intuía soltera, y que debía tener alguna pensión para mantenerse, ya que no se le conocía otra fuente de ingreso. Don Ramón y su hija Chilindrina, con una situación económica muy precaria. Seguramente Don Ramón hacía algunas changas y con eso comían, pero no les alcanzaba para mucho más, y por lo general se escondía del dueño de la vecindad, Don Barriga, por no contar con el dinero para pagar al renta. Y por último Doña Florinda y su hijo Quico. Uno supone que Doña Florinda no trabajaba, que era viuda de un marino, y que recibía una pensión por viudez, y que eso le daba cierta certidumbre económica. Una pensión que no muy alta, de lo contrario no viviría en una vecindad así, pero que de todas maneras le permitía constituirse en la clase alta de la vecindad.

En los sectores de la base de la pirámide, existen microsegmentos con una vocación intensa de diferenciarse. Doña Florinda siempre le decía a Quico “no te juntes con esta chusma”.

En el segmento DF, existe un fuerte miedo a la movilidad social ascendente del más pobre. No molesta tanto bajar, sino que el otro suba.



Doña Florinda vive en la misma vecindad que Don Ramón, quizás tenga una casa un poquito mejor, pero no mucho, pero se siente, y quiere sentirse, muy lejos de Don Ramón. No quiere que Quico juegue con La Chilindrina, en todo caso prefiere que juegue con el Chavo, porque el Chavo no es una amenaza. El Chavo no va a subir en el escala económico-social, y del Chavo no hace falta diferenciarse, porque las diferencias son mucho más nítidas que con la Chilindrina.

Doña Florinda vive como pobre, come como pobre, viaja como pobre, trabaja (?) como pobre, pasa sus fines de semana como pobre, sale a pasear como pobre, compra como pobre, educa a sus hijos como pobre, pero se siente clase media.

El funcionamiento de la aspiracionalidad siempre se da en términos de relatividad. Doña Florinda es lo que no es, el no ser como Don Ramón la define más que ninguna otra cosa.

Don Barriga es el dueño de la vecindad, es el que cobra la renta, si bien no parece rico, seguramente tiene una posición más holgada que Doña Florinda, sin embargo tiene una relación a priori más cordial, quizás más paternalista, pero sin duda de menos rechazo, con Don Ramón que la mamá de Quico.



La hegemonía cultural es la instalación en una sociedad, culturalmente diversa, de los paradigmas del mainstream, convirtiéndose en la norma cultural aceptada y en la ideología válida y universal. Doña Florinda se ve como rica frente a Don Ramón, y ese Status Quo la favorece, aún cuando se de en términos relativos.

La hegemonía cultural justifica el posicionamiento de Doña Florinda y lo plantea como natural e inevitable, perpetuo y beneficioso para todo el mundo, en lugar de presentarlo como una construcción que beneficia algunos y no a otros. Gramsci plantea a medios, educación y religión como herramientas constructoras de esa hegemonía.

El Segmento DF por lo general tiene un comercio en el barrio pobre, tiene un remise relativamente bueno, o tiene un trabajo en el centro, bien pago en términos del barrio.

Por lo general tienen una mejor casa, usan ropa cool, compran alimentos de mejor calidad, e incluso en algunos casos mandan a sus hijos a otras escuelas. Sin embargo no se mudan, y consolidan su pertenencia a un colectivo del que reniegan en mayor o menor medida.

Me pasó en una ciudad del norte, en un barrio muy humilde, donde una familia cuyos miembros trabajaban en el centro y tenían entre los adultos, y algún hijo grande que trabajaba, un bueno ingreso relativo, se quejaban recurrentemente de que la familia que vivía enfrente recibía varios planes sociales. Intentar explícales la funcionalidad socioeconómica de los planes sociales en un contexto determinado, es una alternativa, pero los anclajes son inmunes a los datos, el sentimiento está y es contundente. Podemos intentar analizar como se constituye ese anclaje, el hombre se levanta a las 5, trabaja todo el día, vuelve a la casa a las 8 de la noche, y ve a los vecinos tomando mate en la vereda. Nuestra explicación acerca de la importancia de los planes sociales, no le mueve la aguja, su enojo blinda el anclaje constituido.

Por eso tenemos que tratar de internalizar ese anclaje para navegar en el y poder diseccionarlo, analizarlo y modelizarlo, de manera que podamos operar sobre el sistema de preferencias creado en base a ese anclaje .

Doña Florinda alimentaba a Quico mejor que Don Ramón a la Chilindrina, seguramente le compraba más juguetes, más indumentaria, más esparcimiento, pero el entorno de la vecindad y sus problemáticas eran comunes a todos, y a los ojos de un chico de clase media Quico y la Chilindrina no eran muy diferentes, porque en realidad tenían más en común que aquello que los diferenciaba.

La necesidad del segmento DF es parecer clase media, la fantasía es ser clase media, pero el deseo reptiliano, factor constituyente del voto, es solucionar sus demandas urgentes reales en tanto integrante de la base de la pirámide.



El segmento clase mediero imaginario



Para operar sobre la subjetividad de segmentos de la base la pirámide que dicen ser, creen ser o quieren ser considerados “clase media”, debemos ante todo



a) respetarle la vocación de diferenciación y sumir como verdaderas ( porque lo son en su construcción, el lo siente así, por lo tanto es real para él) esas diferencias.


b) registrar su aspiracionalidad,


c) conectar con su deseo de ser visto como diferente a lo que realmente es





d) conectar con sus demandas naturales que son muy parecidas a los de la base de la pirámide, pero de una manera más indirecta y tácita

e) conectar con la conciencia de clase oculta y negada, con aquello que no se verbaliza pero que opera de manera latente en la constitución del sistema de preferencias del segmento, porque más allá de la necesidad de diferenciarse, está el deseo de que sus problemas en tanto base de la pirámide, sean abordados.





Lo que nunca debemos hacer es:


a) abordar a estos sectores asumiendo que no son “clase media” y hablarles como sectores carenciados.
b) juzgarlos: “votan contra sus intereses”
c) abordarlos como clase media sin tener en cuenta que no lo son





El segmento clase mediero imaginario busca como promesa de marca, la adquisición de los signos clasemedieros, que a su vez constituyen una promesa oculta de ser realmente clase media.

Los valores y signos externos de la clase media son la demanda aspiracional ordenadora de este segmento, por eso este segmento compra la narrativa individual, la narrativa del pasajero de hotel.



Pasajero de hotel



Cuando uno esta alojado en un hotel, ya sea estando de vacaciones, en un viaje turístico o de trabajo, no traba relaciones con los otros pasajeros del hotel. Estos otros pasajeros, no son vecinos, como los que viven frente a nuestro departamento o casa en la ciudad.

Uno apenas si saluda a los que se cruza en el ascensor, y si alguien nos cae bien, podremos tener charlas de vacaciones, sin mucho compromiso.

En un hotel no nos importa tanto el estado de los pasillos, o de la entrada, como en el edificio en el cual vivimos. Si observamos algo sucio de última le haremos una observación al conserje, pero no mucho más que eso. Uno no siente ni pertenencia al hotel, no siente que la gente está allí tenga algo que ver con nosotros, y ni siquiera sabemos exactamente quien es el dueño, quien manda. A nadie le preocupa si ese dueño no administra bien, si se queda con dinero no de él, tanto que a mucha gente no le hace ruido llevarse cosas del hotel, como souvenirs. El hotel no es nuestra casa, y en algún momento vamos a partir, de hecho tenemos la valija ahí mirándonos al lado de la cama.

El hotel es temporario, como temporario debe ser considerado el estadio de “ser clase media” y carecer de algunas cosas que tiene la clase media”

El clasemediero imaginario no busca promesas colectivas, busca construcciones discursivas emocionales para su primer metro cuadrado, que operen como el “hagamos de cuenta” que somos y tenemos lo que tiene la clase media.

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