jueves, 18 de febrero de 2016

Segmento Bohemio: #marcapolíticas que pueden ser continente y canal en el #votojoven



Por Rubén Weinsteiner 

Dentro de los segmentos del #votojoven, encontramos un colectivo muy definido, transversal y con especificidades y particularidades, ordenado por algunas variables duras, por demandas y fundamentalmente por variables blandas definidas por marcos de pertenencia y pertinencia.

Dentro de los cruces de segmentación, el abordaje del segmento bohemio como tal, presenta problemas particulares y oportunidades.



¿Podemos hablar hoy de jóvenes bohemios? ¿Existen?

La caracterización “bohemios” nos permite segmentar y abordar a un colectivo con heterogeneidades intensa, de origen, de habitat, de procedencia familiar, de nivel educativo, de nivel de ingresos, con moratoria social para poder vivir sin trabajar o no.

Es decir jóvenes bohemios hay en las ciudades, en los conurbanos, en la ruralidad, los hay universitarios, los hay sin formación sistémica, los hay pobres y los hay ricos, hijos de la creme de la creme e hijos de inmigrantes pobres.



La segmentación que aplicamos para interpelar al segmento bohemio, es una segmentación por estilo de vida, por actitud, por creencias que superan lo coyuntural

Este segmento está definido por las motivaciones internas de sus integrantes, lo que Madison Avenue llamaba realizados socio-conscientes, donde la referencia está adentro, de ellos mismos y de la tribu, más que en el mainstream, los medios, “la moda”, los trenes que rigen para el resto.

Junto con la contestación, el inconformismo y la puesta en crisis de normas y pautas que los benefician pero que rechazan, la creación par sustituir por sobre la crítica, y la oposición lateral, es decir que se oponen de una manera no funciuonal a lo establecido porque no critican las formas y la superficie, sino el fondo y los principios ordenadores.

Este discurso inhabilita al discurso dominante del debate frontal y directo y lo incómoda porque lo deja inerme y sin capacidad de reacción.

¿Que es la bohemia? ¿Quiénes son los bohemios? ¿De donde vienen?

En el comienzo del siglo veinte, junto con las crisis culturales modélicas, irrumpen las corrientes utopistas, idealismos colectivistas, nacionales, liberales, etc.

En ese escenario de crisis de paradigmas irrumpe la bohemia. Jóvenes que ante todo exigían la libertad “en todo” y que visibilizaban contradicciones del orden establecido, señalando la impostura, las mentiras, la falsa moral que esconde una inmoralidad más grave que la que el establishment denuncia, la mala administración por parte de los gobiernos, la falta de flexibilidad y creatividad, la hipocresía, la doble vara, y que comienza a ver al sujeto trabajador como el más perjudicado por las reglas del juego y al que hay que representar y darle visibilidad a sus problemas y voz a sus demandas.

Los jóvenes bohemios establecen un primer clivaje con la burguesía, y el modernismo contestando al positivismo, se pone del lado de los jóvenes bohemios, mediante un disenso formal activo.

Los jóvenes bohemios planteaban una renovación cultural, con una sociedad más integradora, transparente, auténtica, que legitimara actos privados que todos hacemos, que validara lo “raro” lo “extraño” como “normal” y sobre todo que tuviera valores propios más allá de los importados. Proponían un hombre nuevo, marcos de pertenencia superadores de lo territorial. Proponían acción creativa sustitutiva y disruptiva. Es decir, no sólo criticamos sino que podemos hacerlo diferente y ahora mismo.

El mainstream positivista se defendía. Los jóvenes bohemios eran, según la narrativa dominante: sucios, irresponsables, apartidas, herejes, vagos, borrachos, adictos, delincuentes, parásitos sociales, promiscuos, fracasados, locos, etc.

Max Nordeau describía a la bohemia como: “formas de descomposición intelectual y degradación espiritual que por priorizar los resortes emotivos suponen un atentado al mejoramiento científico de la raza”.



París fue la meca de la bohemia en el comienzo del nuevo siglo. Son jóvenes en sus veintipico, que hacen suyo el Boulevard Saint Michel, muchos son intelectuales, artistas o por lo menos a eso aspiran, se consideran outsiders, otros escapan de persecuciones, y buscaban un espación expresivo sin censuras. No tenían dinero, aún cuando algunos venían de familias ricas.

Eran austeros pero organizaban su estilo de vida y lo institucionalizaban. El barrio Montmatre fue declarado comuna libre e independiente de Francia. Poca plata, muchas ilusiones e ideales, disfrute de la libertad y la tolerancia, y bellas jóvenes que dejaban a sus familias para abrazar ese estilo de vida como artistas o como musas de estos.

En su Carta a la Juventud, Emile Zola los describe como amantes de la libertad, rebeldes frente a la fuerza del estado, la injusticia con los más humildes y el rechazo a la clase política y al periodismo corrupto.



Jóvenes bohemios fueron apareciendo en casi todas las ciudades importantes. Los cafés, los diarios contestatarios, las universidades donde se cuestionaba el orden establecido, donde se planteaba como límite la claudicación “la transa” con el sistema, la genuflexión con la autoridad, la obsecuencia con el mainstream y donde el la tensión y la sustitución eran la plataforma sobre la cual se desplegaban las necesidades, fantasías y deseos de los jóvenes bohemios.

La bohemia tuvo también vicios que le hicieron poner en crisis muchas de sus ideas, paradigmas y formatos de acción. La elitización alejó a algunos de la gente de a pie, para transfomarlos en minorías esclarecidas y lejanas, que fueron perdiendo contacto con aquellas cosas que pretendían cambiar.

La bohemia como formato fue evolucionando con las distintas generaciones de jóvenes. Siempre hubo algunos que se recluyeron en esa torre de marfil del elitismo, pero la evolución cultural, social y política potenciada por los medios, desde los diarios, las radios y la TV a mediados del siglo 20, hasta la Web social hoy, crearon una bohemia más inserta en el teatro social y político.


Hipster subcultura bohemia

La cultura hipster es una subcultura de jóvenes bohemios de clase media-alta que se establecen por lo general en barrios que experimentan procesos de gentrificación. Se asocian a tendencias musicales indie y alternativas, a una moda alejada de las corrientes predominantes, basados más en lo independiente (que incluye artículos vintage), a posiciones políticas progresistas (de izquierda), al consumo de alimentos orgánicos, productos artesanales y ropa de segunda mano. Se caracteriza por una sensibilidad variada, alejada de las corrientes culturales predominantes (mainstream) y afín a estilos de vida alternativos.


El término Hipster se usa para describir la tendencia hacia lo «alternativo» o la «antimoda», una subcultura o moda urbana enraizada en las clases medias o clases altas, compuesta por gente joven moviéndose de sus barrios al centro de la ciudad. En la cultura juvenil, hipster usualmente se refiere a personas jóvenes con gusto por la música alternativa, el skateboarding u otros deportes urbanos, con un sentido irónico de la moda o una u otra manera de estilo «bohemio».

Son generalmente asociados con la cultura alternativa, en particular la música alternativa, incluyendo el indie rock, el denominado post-rock, la música electrónica y la música experimental, el gusto por el cine independiente o cualquier otra forma de música o cultura no mainstream, indumentaria sacada de ventas de saldos y ropa usada, comida orgánica, el consumo de la cerveza local, la escucha de la radio pública, u otras elecciones de consumo no habituales. Suele frecuentar cafés culturales, bares pequeños o restaurantes acogedores y sus áreas de trabajo son las creativas, humanas o tecnológicas.

En 2003, el libro de humor satírico de Robert Lanham The Hipster Handbook afirmó que los hípsteres son gente joven con cortes de pelo como The Beatles, portando bolsos estilo retro y zapatos de plataforma, hablando por celular, fumando cigarrillos europeos, y con una biografía del Che Guevara.4

El término hipster también es considerado un estereotipo que fue eclipsando a la verdadera cultura indie, lo que provoca que se cree un estigma del que ellos quieren escapar para poder presentar libremente su arte.





Muchos jóvenes bohemios, en todo el mundo, saben que para poder vivir de lo que les apasiona deben hacerlo monetizable, tanto sea si tienen una banda, si escriben, si hacen teatro o cine o se dedican a la plástica. Hay jóvenes bohemios que trabajan en una oficina o en un banco y usan traje, y que ven a su trabajo como una forma de obtener lo necesario para poder vivir de acuerdo a sus reglas.

La actitud bohemia es transversal al #votojoven, a os jóvenes en general. Hay muchas formas de ser bohemio. Los jóvenes bohemios tienen heterogeneidades de origen pero homogeneidades referenciales y actitudinales.

Lo que persiste en el espíritu del joven bohemio, es el inconformismo, la crítica profunda, no superficial ni de formato, al sistema, poniendo en crisis reglas “intocables” para el establishment, con un dinamismo que presiona la máquina social, la hace rechinar, como decía Adorno, y que articula y ordena microsegmentos nuevos por demandas.

Creación o frustración, plantear incomodidades y demandar cambios o sobreadaptarse, ponerse el traje y entrar a trabajar a un banco. Los jóvenes bohemios siempre se sitúan entre dos épocas, porque siempre estamos entre dos épocas, donde lo nuevo suele carecer de fisonomía explicita y se manifiesta con detalles aparentemente aislados e inconexos. Y donde lo viejo le cierra a muchos, le da seguridad a la mayo,ría pero presenta contradicciones cada vez más intensas.

Los segmentos bohemios ven los cambios como inexorables, están convencidos que el tiempo juega a su favor, y que los viejos sólo intentan hacer durar más aquello que les da ventaja.

Por eso el paradigma bohemio junto con la contestación plantea la creación de una realidad alternativa que desplace la caducidad organizada.

El paradigma del voto bohemio es la creatividad y pensamiento lateral puesta a favor de la construcción desde los márgenes, más que en la crítica funcional.

El segmento bohemio no es funcional al poder, porque no es un crítico superficial del mismo. Crítica lo macro y quiere generar nuevas realidades para sustituirlo.

La bohemia se siente capaz de construir y de sustituir, para eso revela creatividad, seguridad y compromiso. El joven bohemio sabe que hace falta cambiar las cosas, sabe que puede, y está dispuesto a comprometerse con la acción.

El factor bohemio en el #votojoven requiere de una promesa de marca política proactiva, donde se le legitime la voluntad de hacer por sobre contestar, donde la marca política es canal para la realización del sujeto joven de elección y de la creación superadora.

Un discurso unplugged, desprovisto de artificios, exhibiendo debilidades y limitaciones, logrará empatía e identificación en el segmento bohemio

Los jóvenes bohemios son sujetos politizables pero no necesariamente politizados.

Pueden comprometerse o replegarse depende de la invitación al compromiso.

Pueden enamorarse de una promesa de marca política y evangelizar, en tanto y en cuanto se los habilite a desplegar y se canalice su potencial de acción.

Con los jóvenes bohemios también funcionan los movimientos más que las campañas

El segmento busca un continente y un canal. Hay que escucharlo más que hablarle, tomar nota, y pensar en los términos del segmento.

El discurso para el voto bohemio debe plantear la institucionalización de ese continente y ese canal.

No buscan un líder hacedor, sino alguien que confíe en ellos, es habilite caminos para actuar, y no se ubique cerca, sino entre ellos.



Rubén Weinsteiner

martes, 9 de febrero de 2016

El segmento #cumbia en el #votojoven




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Rubén Weinsteiner

Los cumbieros configuran un segmento, numeroso, potente y horizontal. Dentro del segmento, su núcleo duro se constituye en una tribu urbana muy popular.

El segmento en sí es esencialmente popular, tanto por lo numeroso como por su extracción social.

Sus miembros son jóvenes de la base de la piramide, que legitiman, reivindican y transforman en su ADN identitario a la cultura de las villas.

La palabra cumbia, deviene de la expresión afroamericana “cumbé” que significa fiesta, es uno de los géneros más populares de la música latinoaméricana. Si bien tiene diferentes acepciones musicales en diferentes países, es un ritmo asociado a los sectores de bajos recursos, que fusionan ritmos africanos, aborígenes latinoamericanos y españoles.

Nace la cumbia

En la Argentina, la cumbia comenzó a formar parte del imaginario en los sesenta, con el Cuarteto imperial, en los setenta aparecieron los primeros galpones, antecesores de las bailantas, donde se bailaba cumbia, chamamé, y se fusionaban en ese conurbano heterogéneo, ritmos de muchas provincias. Vinieron Gilda, Sombras, los Palmeras, Antonio Ríos, cantante del grupo Green, del grupo Sombras y luego de Malagata.

En los 90 Ricky Maravilla fue el primer bailantero que hizo bailar a todas las clases sociales, incluso en Punta del Este “los chetos” medio en joda, bailaban su música



 

La cumbia se hace villera

Pero a fines de los 90, dio un giro disruptivo, y explotó como “cumbia villera”. Los cumbieros se negaban a ser la atracción de “los chetos”. El país iba al precipicio con las políticas de Menem y De la Rúa, y las contradicciones se agudizaron.

Apareció la cumbia de barrio, con bandas Metaguacha y Guachín, con un repertorio muy del conurbano profundo, contestario y reactivo a lo que estaba pasando.

Flor de Piedra intentaba autodenominar como cumbia cabeza -tal es el nombre de una de las canciones de su primer disco- a su estilo (el término cabeza deriva del término peyorativo cabecita negra), mientras que Pala Ancha y Sipaganboy lo intentaban imponerlo como cumbia callejera -nombre del primer disco de Pala Ancha, producido en el año 2000-. Por su parte, El Indio en el año 2000 comienza su carrera y edita su primer disco, llamado Cumbia de barrio, intentando así imponer ese nombre.

Términos como cabeza o de barrio ya eran usados desde hace algunos años en Argentina para caratular al estilo de rock and roll (rock barrial, rock cabeza, punk barrial, punk cabeza, etc.) de bandas como Ratones Paranoicos, Flema, 2', Attaque 77, La Renga, Bersuit Vergarabat, Viejas Locas, Jóvenes Pordioseros, etc., y de hecho ya en los '70 había un estilo de punk denominado street punk (punk callejero en inglés), más adelante llamado oi.

El nombre de cumbia villera aparece en el año 2000 debido al nombre homónimo (Cumbia villera) del primer disco (y de una de las canciones del mismo) de Yerba Brava (cuyo vocalista provenía de la ya disuelta banda Canto Negro).

Pablo Semán, sociólogo argentino, antropólogo, investigador en el CONICET y profesor en el Instituto de Altos Estudios Sociales y la Escuela de Humanidades de la Universidad Nacional de General San Martín, argumenta que la cumbia villera está por fin siendo reivindicada en la década de los 2010s en los círculos de cultura, filosofía y pensamiento (como universidades y secretarías de gobierno) como un representante genuino de la expresión de los postergados.

Las nuevas acciones de apoyo y difusión desde las figuras más representativas de los otros géneros musicales, como la ascendente promoción en los 2010s de bandas de cumbia villera por publicaciones mainstream del rock y el pop como la revista Rolling Stone de Argentina, la organización de recitales y fiestas de cumbia villera en locales y clubes donde las bandas mainstream del rock y el pop suelen tocar, por fuera del circuito de bailantas tropicales (el conglomerado de discotecas de cumbia y música tropical), y por último, la cercana colaboración y producción financiera de bandas de cumbia villera por músicos mainstream como Andrés Calamaro, Vicentico y Fidel Nadal, es también un fenómeno de la década de los 2010s que es visto como un signo de buena salud en el género.
Con todo y más allá de los pormenores, la cumbia villera permanece en la memoria del imaginario colectivo como la más agresiva, la más desafiante y la más socialmente consciente forma de cumbia hecha en toda la historia, y uno de los últimos géneros hechos con auténtico compromiso social en toda la música en tiempos recientes.

La cumbia villera siempre recibió críticas feroces del establishment, por reivindicar a “los pibes chorros”, el consumo de drogas, demonizar a la policía, y enunciar estigmatizaciones de genero.

La aparición de la cumbia villera determinó un punto de inflexión, por primera vez el conurbano profundo expresaba una contestación social visible.

Cumbia y conurbano

En este segmento se mezclan argentinos de varias generaciones, generalmente con tatarabuelos que llegaron en los 40 al conurbano, a las llamadas ciudades dormitorio, expulsados de la ruralidad del interior por la crisis de los 30, que desencadenó una baja fuerte de las materias primas que exporta la Argentina, y convocados por el proyecto industrial del peronismo, que nutrió con estas migraciones a las fábricas que conformaban la incipiente industria nacional.

Según varias investigaciones, el trabajo no era la prioridad de estos migrantes, aunque obviamente venían “a laburar”. Lo que más buscaban era infraestructura para los hijos, concretamente, educación y salud.

De esa manera se fue conformando un conurbano macrocefálico, con una gran preponderancia electoral potenciada luego de la reforma del 94.

A ese conurbano llegaron inmigrantes paraguayos rurales, durante los 90 y 2000, sus hijos se integraron a los tataranietos de los chaqueños, santiagueños, tucumanos etc.

La cultura de la villa, eje central de la construcción identitaria del segmento #cumbia, reivindica la gestualidad villera, el marco epistémico, los oficios, las comidas y el folklore. La droga, los ladrones, la policía, los buchones, adquieren valoraciones intensas en este segmento.

El segmento #cumbia, ha contruido clivajes muy fuertes con respecto a sus otredades. Los “blancos”, la policía, “los chetos”, son “el otro” que los definen y solidifican en su identidad.

Un clivaje asimétrico, donde ellos se reconocen como “los negros”, “los grasas” frente a una otredad poderosa, “careta” que marca la agenda, modelos y valores, a los cuales los cumbieros no sólo que no adhieren, sino que rechazan. Una otredad que plantea un mundo del cual los cumbieros se sienten excluidos.

En los recitales de las bandas, podemos escuchar, “el que no salta es un cheto” “el que no salta maneja un patrullero”. Los “blancos” y “la ley” o “la gorra”(desde un policía hasta un patovica), dos otredades intensas, que plantean derivaciones múltiples.


La periferia asume un rol de centralidad en el segmento #cumbia. Una periferia definida por la exclusión, la ausencia del estado, (en términos relativos, en el conurbano bonerense hay muchísimo más estado, que en muchos conurbanos latinoaméricanos), y la fragmentación territorial, social, económica y cultural que determina una fuerte desigualdad sintetizada por una fotografía aérea de excluidos e incluidos, a pocos kilómetros de distancia, sin interfaces que estimulen las interconexiones socialmente eficaces.

En la cultura cumbiera, compartir la exclusión y sus consecuencias permite el reconocimiento de códigos, marcas y rasgos distintivos definidos y legitimados por el segmento como propios que definen su praxis social.

Territorialidad

Esa territorialidad marcada por la exclusión, ausencia del estado y postergación, define una identidad que teme rechaza las interacciones con la otredad, que legitimarían la asimetría que propone la realidad. Por eso sus límites y el “derecho de admisión” en ese sentido son muy estrictos.
La villa aparece en el imaginario del segmento cumbia como su lugar de referencia histórica, un “territorio sagrado”, base de las tradiciones, de los mitos, de la emotividad y el afecto, donde los cumbieros pueden desarrollar rituales, prácticas sociales, la construcción de nuevos saberes y de un entramado social eficaz.

La villa como lugar y los actores territoriales estratégicos, ya sea líderes, artistas, “chorros” puestos en la categoría de héroes, por su valor, su solidaridad o por haberse convertido en mártires, asumen un rol de centralidad identitaria en la vida del cumbiero.


Cantarse y narrarse

Pablo Lescano cuenta que el fue el primero que cantó sobre los que veía a su alrededor “Me crié adentro de un rancho/entre humo, cumbia y borrachos/por eso soy villero” “Yo fui a lo de Tinelli y le dije al director, loco, acá nos tenemos que vestir igual que los pibes que van a la bailanta, con equipo de gimnasia y gorra”.

Damas gratis, la banda de Lescano, tiene un disco llamado “100% negro cumbiero”, que se transformó en un slogan en el segmento.

Asumirse “negro cumbiero” es liberador para los integrantes del segmento. Muchos los desprecian, los rechazan, los estigmantizan, ellos se asumen y con eso siente que desarman a sus enemigos.

"Negro cumbiero"

Ser “negro cumbiero”, ser parte de “los pibes”, es sostener la cultura del “aguante” es un límite ser un delator un “botón”, o no bancar al compañero que está en problemas. El “bardo” es un estilo de vida, la ley es enemiga, corporizada en la policía, los patovicas o los límites culturales de las ciudades que no conforman su territorio, y los “chetos” son la otredad más extrema, con los cuales no se interactúa ni transa.

Los “chetos”, son caretas, son “gatos”, “vigilantes”, no tienen “aguante”, “tienen guita pero no saben lo que es la vida en la villa, que es lo bueno”, y básicamente, no comparten la territorialidad de “los pibes”, lo que los deja afuera del mundo cumbiero.


Marco epistémico y simbología

Rescatarse es ocuparse de lo de uno, la gorra es la policía, sustancia es la droga, santuario es el lugar de reunión, rati, yuta, Cobain es la policía, gato, es alguien trucho, chetos, atorrantes, bardo, buche, etc
En el plano de la simbología los podemos ver con ropa de gimnasia, gorra con visera, algunos con el pelo teñido de rubio, gel y “altas llantas” (buenas zapatillas).

Cumbieros vs Chetos

Este segmento tiene muy marcado el código de funcionamiento del #votojoven, de valorizar la autenticidad y la comprensión.

Para el cumbiero el cheto no es auténtico y tampoco es solidario. El cumbiero se piensa desde un lugar que altere la asimetría con “los chetos” desde un lugar humanamente más digno que estos. Para el cumbiero “los chetos” esconden sus problemáticas, que según ellos son muchas y graves. Esto le resuelve parte de la asimetría y le brinda una autopercepción menos desfavorable que la narrada por los medios.

Para los medios el cumbiero, es un “pibe chorro” alguien despreciable que debe ser señalado. Por eso los cumbieros priorizan sus medios locales, y si tienen que ir a “caretear” a los medios “chetos” los hacen por plata pero nada más.

La imagen del segmento que le devuelve el mainstream es muy mala, por eso los cumbieros se construyeron sus propios significados marcarios y percepciones de lo que es ser cumbiero.


La cumbia vota

El voto cumbiero es tribal, es más sensible a los vaivenes económicos que los blindajes y operaciones mediáticas, no confía en nadie que no se de los pibes o el entorno villero, pero sabe percibir quien está más cerca y más lejos.

Lo aspiracional puede funcionar en forma temporal y no como lealtad sustentable. Requerirá de una estrategia de sustitución de anclaje muy fuerte y de visibilidad y acercamiento.

Marcas como De Narváez o Macri, con un fuerte componente aspiracional, pueden llegar a obtener el voto cumbiero en alguna elección. De Narváez tuvo una performance aceptable en ese segmento en 2009. A Macri, en la villa lo votaron los mayores, entre los jóvenes cumbieros ganó claramente Scioli, pero hubo muchos cumbieros que lo votaron, porque se sintieron defraudados con la oferta del peronismo.

Esto de vivir como pobre, viajar como pobre, comer como pobre, vestirse como pobre, curarse como pobre, pero votar como rico, es algo muy horizontal a nivel global, y generalmente viene acompañado de un esquema aspiracional, con marcas políticas que se muestras cercanas y la defraudación de la oferta que naturalmente sería más acorde al segmento, Trump es el último caso.

El cumbiero valora lo unplugged, y condena la impostura, mostrarse tal cual se es, cantar la vida en el barrio con la pobreza, la droga, el alcohol y la violencia es revelador y portador de autenticidad.

El reptiliano -el sector cerebral más primitivo que determina el 55% del sistema de preferencias- del cumbiero demanda reconocimiento ante todo. Pide a gritos que lo consideren alguien normal, que no le teman, que lo incluyan, que lo piensen y que lo narren. Que le hablen a él, y que entiendan su entorno y circunstancia, sus limitaciones, motivaciones, escala de valores. Quieren respeto, quieren que les hablen a la altura de los ojos, sin impostaciones, crudo y duro. El cumbiero busca empatía e identificación asumiendo las diferencias.

El cumbiero, no interactúa con jóvenes ni adultos de diferentes a él, más que lo que puede llegar a imponer el trabajo. La tribu es todo, quiere cambiar muchas cosas, tiene futuro, mucha incertidumbre, algunas ilusiones y muchos miedos. Tiene deseos y necesidades, está abierto, espera mucho y es lábil.

Piden desde la promesa de la marca política, un sistema más flexible, que los registre, que los narre de otra manera, que los contenga, que les permita ingresar, ser parte y ascender, sin estigmatización ni demonización, que opera muchas veces como auto rechazo hacia adentro del segmento.

Entre los cumbieros popularidad no es lo mismo que influencia. La visibilidad es importante, pero es un segmento tan cerrado que la influencia requiere de una validación tribal muy estricta, apoyada en la marca política a través de la promesa de la misma, la narrativa de su identidad, personalidad, su discurso, posicionamiento y su simbología y ritualidad.

Hablar con los jóvenes cumbieros, impone ante todo reconocimiento, valoración y “hacerlos sentir parte”. Para que además de hablar con ellos, te escuchen, hay que revelar compromiso.

La comunicación entre una marca política y los cumbieros, en medio de la disputa de sentidos, emociones y ofertas simbólicas, requiere por parte del joven de una validación tribal y de construir vivencias y atravesar una instancia colectiva, donde se comprometan las emociones. Hay que “subirse al mismo barco” con ellos para lograr cambios. El estar arriba de ese barco le da sentido a la bronca y la transforma, proponiendo desafíos con la pasión de la acción y compromiso integrador.

Rubén Weinsteiner

lunes, 8 de febrero de 2016

Tribalidad 3.0 en el #votojoven



Por Rubén Weinsteiner


Para interpelar a los microsegmentos jóvenes en la era pre Web 3.0 y tener al sujeto de elección-objetivo rodeado, había que hablarle desde los referentes mediáticos o artísticos, desde las paredes, desde el diario, desde la calle y los carteles, para que nuestro mensaje impactara, reiterara la radio y mirara a los ojos la televisión para instalar anclajes poderosos.


Hoy los jóvenes no pasan online "una gran cantidad de horas" como decíamos hace algunos años, los jóvenes viven online, habitan la dimensión 3.0, lo que va variando es la pantalla. Primero cortamos el cordón umbilical del cable con la wifi, entrabamos a cualquier bar, pedíamos un café, el mozo nos decía “dale” y nunca lo traía, pero estaba todo bien, porque no habíamos venido por el café, habíamos venido por la conectividad, para sentarnos a trabajar en un lugar, que no era ni nuestra casa ni la oficina. Con el salto cualitativo de los smartsphones, las tablets, y luego con los smartsphones más grandes, fuimos dejando a un lado a nuestras netbooks, y ahí la ubicuidad de la red, pasó a ser nuestra mano.

La Web 3.0 es ubicuidad. Hace 15 años era común escuchar: "llego a casa, me conecto y te respondo el mail", esa frase ya no la escuchamos, ya que el telefonito hace que internet esté donde estamos nosotros.

Muchos integrantes de las generaciones “Google” y “Y”, es decir 16-38 aproximadamente, lo primero que hacen cuando se levantan es mirar el teléfono, para ver cuantos likes tuvieron en la última foto posteada en Facebook, cuantos rt tuvo en twitter, o si el mensaje de whatsapp que le enviaron a esa chica tiene el doble tilde azul.

Las tribus entre los jóvenes son comunidades emocionales que expresan una nueva forma de sociabilidad. Se sustentan en la satisfacción del sentimiento de pertenencia , pertinencia y validación, y un sensación de proximidad intelectual, afectiva espacial, tanto física como como virtual.

La forma de sociabilidad de la tribu urbana tiene que ver con insertarse en un grupo sobre la base de compartir códigos estéticos, rituales, formas de escuchar música, lugares propios. El principal valor es el de la pertenencia. En la tribu urbana, el individuo siente que juega un papel en el grupo y no es solamente parte de la gran masa de la sociedad.



La ubicuidad, la pertenencia y pertinencia a la tribu 3.0, es intensa, no admite descansos o recreos en muchos casos compite y le gana afectivamente y en términos validatorios a la pertinencia familiar, y en muchos casos a la pertenencia.

El discurso político tradicional, que intenta interpelar al segmento joven, lo hace desde el paradigma individual introspectivo y adulto, frente al paradigma comunicacional colectivo de referencia externa y tribal, desde donde los segmentos jóvenes escuchan y construyen su sistema de preferencias.

El reconocimiento y la identificación con la tribu en tanto colectivo, ante un problema determinado por parte del discurso político, es el eje de la racionalidad instrumental del voto joven. Para el joven, identificación tribal es amor, para los adultos, identificación es esencialmente empatía.

Esa avidez por los likes, o por los rt, es sin duda esa legitimación que la tribu otorga. Esa legitimación compite con la de “la ley”, padres, escuela, familiares, medios, religión etc.

Para que la comunicación con los segmentos jóvenes sea esencialmente persuasiva y técnicamente informativa, y no al revés, debe tener en cuenta que es más importante lo que dicen otros jóvenes, dentro o fuera de la tribu, por afirmación o por negación, que lo que dicen los padres, los profesores, la religión, los medios o los políticos. Si los jóvenes cumplen con lo que está bien para los padres, incumplen con lo que está bien para los pares y la tribu, y viceversa. “No tomes, no entables relación con gente rara, estudiá mucho, acóstate temprano, no te quedes hasta cualquier hora en la computadora” consejos sobre la vida sexual, las relaciones, el trabajo y finalmente la política, son consejos que los jóvenes difícilmente puedan cumplir si quieren ser parte de la tribu.

En la mayoría de los casos donde las consecuencias no revisten inmediatez , amenaza o peligro, la tensión padres-tribu, se salda a favor de la tribu, por el peso del colectivo a la hora de la aprobación y legitimación social.


De esta manera, los jóvenes, gestionan el conflicto entre lo que está bien para los padres y lo que está bien para la tribu, y así, de esa manera, responder a dos expectativas diferenciadas. La demanda implícita es que sea aceptado lo inaceptable dentro de las condiciones objetivas, pero que como dice la marcha de la bronca de Pedro y Pablo, “haré de cualquier modo” .

La ocupación del imaginario por parte del joven, en tanto integrante de un colectivo, una tribu, con sus leyes, códigos y marcos transaccionales, es una precondición de cualquier construcción discursiva, políticamente significativa, para la interpelación y colonización de subjetividades dentro de los segmentos jóvenes.

En ningún macrosegmento se observa tan claramente la dinámica de la microsegmentación como hacia el interior del #votojoven. Porque los jóvenes, son más flexibles, adoptan nuevos intereses con especificidades y dinámicas atomizatorias, cambian, se enamoran de ideas más fácilmente, y se separan ellas con facilidad, se sienten parte de nuevos colectivos rápido, se juntan, se agregan, se separan, se vuelven a agregar, se comprometen mucho más rápido que los mayores.

A la hora de interpelar a los jóvenes, muchos inmigrantes digitales, es decir los que no nacieron con la web social, se les nota mucho “el acento” fuerte de inmigrantes, cuando no entienden como en una reunión de 20 adolescentes en una casa, los 20 se comunican por whatsapp entre ellos mismos, y no hablando con los mismos que tienen al lado. Es que la tribalidad 3.0 tiene sus propios códigos, su marco epistémico, sus jeraquías y validaciones y sus mecanismos de defensa.  Las diferencias que sorprenden a los mayores de 40 son muchas y variadas, desde el discurso, la simbología y ritualidad, la ubicuidad como lugar, hasta el sostener el teléfono y escribir con la misma mano.

Esta comunicación 3.0 tribal, con jerarquías de liderazgos de diferente tipo e influencers, tiene tres características básicas:


a) la velocidad de distribución,



b) la viralidad en la redistribución



c) la potencia de reproductibilidad de los contenidos.


La Web 3.0 es una gran oportunidad de construir diálogos de gran densidad y valor con los diferentes microsegmentos jóvenes. En la Web social es posible microsegmentar de manera muy eficaz y por variables blandas, es decir, por lo que la gente hace y no por lo que la gente es. Para eso las conversaciones deben ser consonantes y ubicuas con las tendencias imperantes, y altamente virales para a ser reproducidas horizontalemente para dotarlas de potencia y legitimidad.

Esa posibilidad de impactar directamente en el núcleo de cada microsegmento, taylorizando el mensaje a medida del objetivo, permite pensar estrategias diferenciadas y profundas para cada microsegmento.

Las marcas políticas y corporativas se vuelven mucho más eficaces a la hora de ocupar el imaginario de los microsegmentos jóvenes, colonizar subjetividades, intervenir en su sistema de preferencias y sujetar a los sujetos de elección, si establecen una conexión emocional-vivencial con el joven en tanto integrante de diferentes tribus, signadas por las variables blandas que lo definen como sujeto de elección.




 Rubén Weinsteiner










miércoles, 3 de febrero de 2016

#Votojoven: el discurso que construye poder quebrando el punto de vista de medios y periodistas







Por Rubén Weinsteiner
La juventud, comienza cuando se desarrolla la capacidad de reproducir la especie humana, y termina cuando se desarrolla la capacidad de reproducir el orden social.

Se es joven mientras se cuestiona, contesta y demanda cambios y se evita reproducir el orden social tal cual está planteado. Cuando se evita “transar”, cuando se quieren transponer límites, cuando se quiere forzar la realidad y enfrentar poderes constituidos y poderosos que frenan los cambios.


Uno de los poderes que más intervienen en la vida de los jóvenes es el poder mediático.

Las empresas mediáticas y los periodistas corporizan estrategias de negocios mientras crean sentido. Las empresas lo hacen por negocios más grandes, los periodistas por pauta o negocios más modestos.

En ambos casos la construcción de sentido se da produciendo construcciones mediáticas para lograr un lugar de enunciación que los posiciona dominando los acontecimientos que narran, con una ilusión de totalidad, que hace quienes consuman esos medios, “no necesiten” consumir más mensajes, hurgar en otras fuentes, o poner en duda lo desde esos medios comunica estos enunciadores globales para “conocer toda la realidad”.



Estos virtualizadores de realidades, y constructores de percepciones, instalan discursos hegemónicos y dominantes.

Por discurso hegemónico y dominante, entendemos, un sistema de referencias semióticas compuesto por un conjunto de signos ideológicos con un determinado valor, en torno de los cuales giran todas las demás significaciones sociales potencialmente válidas, y determinan no sólo los valores de verosimilitud de las nuevas producciones de signos sino también la verosimilitud de estos.


Estos emisores pujan por la construcción de representaciones, percepciones, imágenes del mundo que no son el mundo y creencias.

Los jóvenes por funcionalidad acotan el poder de fuego de medios y periodistas porque dieron por liquidado el brodcasting y operan con el pullcasting. Es decir rechazan la pasividad de quedarse inmóvil frente al televisor, y prefieren tener el control ellos y ver tramos de programas en you tube o escucharlos en radiocut, cuando ellos quieren, y resignificarlos, socializarlos y viralizarlos.

El discurso para interpelar a los diferentes segmentos jóvenes debe situarse en los limites. Hay que forzar la realidad que los medios intentan construir para impactar a los jóvenes y lograr su atención, empatía, interés y confianza.

Todo discurso significativo que pretenda interpelar al voto joven, tiene sentido sólo si transita los límites, es crítico y se apoya en el cambio de punto de vista como paradigma. Si se refiere a conflictos, utopías, incumplimiento de las normas, forzado de la realidad y convocatorias a luchas contra poderes enormes con final abierto.

El enfrentamiento para lograr los cambios, contra poderes hasta el momento “intocables” e “invulnerables”, le otorga vitalidad y dinamismo al vínculo, entre una marca política y los jóvenes. Ese final abierto, esa asimetría desfavorable, indignan, emocionan, convocan y le dan sentido a la bronca originaria y movilizadora, y la alegría de la acción y compromiso colectivos.

El cuestionamiento a medios y periodistas que construyen agendas corporizando negocios, contribuye a construir el nuevo campo de la mirada en los jóvenes. Es la puja por ordenar las percepciones sobre lo que realmente pasa, y de estructurar una narrativa propia, despojada de los intereses de empresas y periodistas y a organizar el debate, en torno a temas más reales y cercanos a los jóvenes.

Solamente en el terreno del cuestionamiento de los medios y emergencia de las contradicciones del discurso del mainstream, el mensaje hacia el voto joven adquiere su máxima tensión y con ella la potencia y significación plenas.

El discurso hacia el voto joven, debe quebrar el punto de vista de medios y periodistas para hacerse poderoso, para generar confianza, credibilidad, empatía y adhesión entre los jóvenes. Ese punto de vista construido a favor de la corporización de negocios políticos o corporativos, a través de procesos de standarización, limites y estereotipia de los mensajes de los medios, estructurados siempre con mecanismos repetitivos, que en realidad se constituyen como un control destinado a evitar la irrupción de mensajes nuevos y disruptivos.

Rubén Weinsteiner

Public Affairs

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