martes, 17 de abril de 2012

La Ideología “de que las cosas funcionen” en el branding político

La UCD fue un partido -dicho esto en pasado porque la expresión residual que hoy lidera Pereyra de Olazábal, solo encarna a mi juicio un vestigio arqueológico, -creado "a medida" de Álvaro Alsogaray, quien capitalizó y bien, la experiencia fallida de los setentas con la campaña más cara de la historia argentina, la de la Nueva Fuerza, que postulaba la fórmula Chamizo-Ondarts, para la presidencia de la nación y que orientó publicitariamente Juan Cosín.

La UCD hizo una campaña digna en el 83, creció hacia el 85 con las figuras de María Julia y Adelina, se contrajo en las elecciones del 87, y finalmente sacó 2 millones de votos en el 89, constituyéndose en el soporte ideológico de Carlos Menem, quien además de convocar al Ing. Alsogaray como consejero y cara visible, integró a la cúpula entera de la UCD a su gobierno, Así María Julia privatizó, Adelina presidió Bancos, y Albamonte y Kamerath fueron pasando de una secretaría a la otra.
El fenómeno de la fusión UCD-Peronismo menemista, resulta un interesante objeto de análisis en términos de comunicación política. Mientras el menemismo hizo suya la prédica liberal, la doctrina en materia de relaciones exteriores, y algunas concepciones liberales en materia política, los inmigrantes liberales al espacio pejotista, no solo cantaron la marchita sino que adquirieron un visión mas integral, un tanto mas corporativista, de alianza de clases, no a favor de un proyecto nacional en términos peronistas, pero si a favor de “un país integrado al mundo” “un país donde las cosas funcionen” o simplemente “un país que ya es parte del primer mundo” .

Esta fusión se constituyó en el certificado de defunción de la UCD, más allá de algún sello de goma que ande dando vueltas en algún cajón desvencijado, y determinó también un cisma en el peronismo.

¿Cuando murió la UCD? Cuando relegó su ideología, la adaptó forzadamente, cuando se despojó de narrativa y reaseon why,  a favor de sostener la alianza con el menemismo. Y no solo desapareció su espacio, sino que ningún partido, ni aquellos que se los podría considerar, herederos en términos de marca política de la UCD, promueven en forma abierta las ideas del viejo partido de Alsogaray.

En ese punto quisiera detenerme y plantear que la UCD, antes de rematar su equipaje ideológico, tuvo una agenda ideológica clara. No planteaba el fin de las ideologías, era liberal, en un contexto de guerra fría es cierto, pero le permitía a su militancia construir cuadros, acercar intelectuales, discutir ideas con ideología, e instalar una agenda estratégica en el debate político.

El relato de Alsogaray era dogmático pero interesante, se podía estar en contra o a favor del mismo, que hablaba de libertad política y económica, de la pasión, impulso y creatividad de los privados, de la ineficiencia del estado, de la preservación del individuo frente al avance de ese estado, de la complementariedad en materia de comercio internacional, de apertura y de derrame. Insisto uno puedo oponerse a las ideas, pero estaban planteadas, estaban ahí y enamoraron a mucha gente.

Los herederos naturales de la UCD, como por ejemplo el PRO , han construido un discurso a mi juicio, fatalmente cortoplacista en términos de branding político, que puede constituirse en opción electoral pero nunca apasionar, emocionar o enamorar. Construir un voto blando y lábil que le puede dar victorias parciales, pero nacionalizar victorias intelectuales, generadoras de un voto mas duro.

La Diputada Nacional por el PRO, Soledad Martínez dijo en una entrevista concedida al diario La Nación: "Creo que la política no pasa ya por las batallas ideológicas y pasa más por el hacer", y añade: "No creo que haya soluciones de izquierda y de derecha, hay soluciones de sentido común”
Hace pocas semanas en Facebook, leía en la página de una asesora de la Senadora Michetti algo así como: "No tengo ideología política, me basta con que las cosas funcionen” semejante definición abierta, no permite dilucidar si se refería a las instituciones, a la justicia social, o a los cajeros automáticos de los bancos.

Pero en todo caso, la matriz discursiva a partir de “hacer las cosas bien y que funcionen”, sin ideología, no ha tenido éxito más allá de construcciones de corto plazo, en los diferentes escenarios donde se ha planteado como “discurso de poder”. Ya que como discurso de poder solo se enfoca en resolver y aliviar algunos recortes del presente, pero no enamora, no emociona, no moviliza, no asegura cambios drásticos, fundamentalmente priva a la narrativa del "reason why", del "para qué", y por lo tanto no puede constituir nunca un “discurso de poder” que sujete sujetos políticos colonizando subjetividades.

Cuando uno construye una marca en el mercado político, debe ser abierto en las propuesta.  Es de manual, cuanto menos precisión y sintonía fina, mejor, por eso siempre se plantean los “que” y jamás los “como ”. Esto es hacer campaña con el preámbulo de la constitución como lo hizo Alfonsín, “constituir la unión nacional, promover a la defensa común, asegurar el bienestar general” etc. Alfonsín jamás explicaba como lo haría.

Nadie puede estar en contra de estas propuestas, por eso son inclusivas y suman. Pero lo que no se puede hacer a mi juicio, es esa apertura trasladarla a la organicidad constitutiva ideológica del espacio, no se puede decir no tengo ideología, solo quiero que los semáforos funcionen, porque de esa manera, será imposible debatir ideas más allá de la coyuntura, y en ese contexto todo plan estratégico resulta inabordable y cuando solo el escalafón táctico opera, indefectiblemente los semáforos en algún momento dejan de funcionar.

Que las cosas funcionen es un medio no un fin. La ideología es el rumbo de un barco, el destino final, si no hay ideología, el barco puede andar derechito y sin sobresaltos, pero ¿adonde va?.
Sin ideología no hay estrategia y sin estrategia es imposible asumir la iniciativa, y cuando un espacio no puede asumir la iniciativa ni desde las políticas ni desde la narrativa, si es gobierno pasa a la política del bombero, es decir correr a apagar incendios, a echar funcionarios, a desmentir, a explicar, a aclarar lo que oscurece. Y en la oposición se limita a comentar la realidad, a denunciar algún hecho de corrupción o oponerse per se, y luego a desaparecer como la UCD cuando para hacerse pasar por peronista escondió su reason why debajo de la alfombra.

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