lunes, 7 de junio de 2010

No se puede ganar solo con la Web 2.0, pero tampoco se puede ganar sin la Web 2.0


Por Rubén Weinsteiner
Para ADN

En la primera vuelta electoral que tuvo lugar en Colombia, Santos derrotó holgadamente a Mockus luego de que las encuestas vinieran planteando un escenario de paridad, y este hecho duro puso sobre la mesa de debate por enésima vez el tema de las encuestadoras, su credibilidad y su utilización como herramienta de campaña, y a la vez también instaló el debate sobre el uso, alcance y poder real de la Web 2.0.
Mockus contó con miles de militantes que con pasión, voluntad y esfuerzo llevaron a cabo una campaña Web 2.0 llena de fuegos artificiales. Mockus ganó en Facebook y en Twitter, Santos ganó en el resto del país.

En la mitad de la campaña y con los números complicándose, Santos replanteó su campaña en la Web 2.0, y no solo lo hizo, sino que lo anunció públicamente para comprometer a la militancia con este relanzamiento de la campaña 2.0. Santos estaba cerca de descubrir que no se puede ganar una elección solamente con la Web 2.0, pero tampoco se puede una ganar una elección sin la Web 2.0
La expectativa libertaria y caótica de la Web 2.0, tiene una mirada económica neoclásica del mercado, cuantas más personas operen libres y sin regulación para elegir, mejores serán los resultados.
Esta transparencia y horizontalidad que son marca registrada de la Web 2.0, deben ser preservadas, pero no son un dato que se da por defecto.
La Web 2.0 como mercado, requiere una apuesta estratégica para la construcción del espacio colectivo, con regulaciones de los propios usuarios para evitar ser utilizados, colonizados y manipulados por otros factores ligados a poderes económicos, corporativos o al marketing político de otras expresiones, que suelen apropiarse del lenguaje de la Web 2.0, e instalar una zona gris donde es difícil determinar dónde empieza el “respeto” por ciertas reglas del lenguaje y donde empieza la producción de artificios para ganar adhesiones.
El lenguaje representa al objeto como un mapa al territorio, pero el mapa no es el territorio ni la imagen construida por el lenguaje es el objeto. El lenguaje tiene su lógica interna en la producción del sentido, y es una realidad distinta del objeto del cual se presenta como análogo. Todo lenguaje es una simulación, simular es imitar representar, reproducir pero también es fingir, engañar, mentir.

Esta diferencia entre la propuesta ideológica y la impostación puede no ser percibida en el corto plazo. La campaña de De Narváez en 2009 y su fuerte apuesta a la Web 2.0 -no desde la militancia, sino de un equipo contratado- y su resultado, constituyen un caso de laboratorio para este análisis.
El discurso de esta campaña, se apoyó en lugares comunes y propuestas no propuestas, abiertas e inclusivas, por su indefinición. Estableciendo como principal propuesta en términos de discurso de poder, ser el eje polarizador en contra de Néstor Kirchner. Concretamente el quiebre amor-odio en torno a la figura de Kirchner, planteaba un escenario 70/30, en el cual si el 70 se dispersaba el 30 ganaba. Por eso la propuesta no tuvo que ver ni con lo ideológico, ni con los que, ni con los cómo, nadie sabía ni supo cual era la propuesta en términos de medidas concretas a proponer en el parlamento por parte de Francisco De Narváez.
Lo que aprendemos de los casos Mockus- De Narváez, es que un equipo de militantes sin marco teórico, sin estrategias ni tácticas, puede hacer ruido pero no ganar la guerra, y un equipo exclusivamente apoyado en el marketing y en empleados como fue la campaña de De Narváez, pero sin un marco teórico político y económico, sin ideología, sin militantes, sin compromiso ni convocatoria, puede ganar una batalla como una elección parlamentaria, pero esa victoria parcial lo expone a futuro, desnudando su vacio, y agrandando a su oponente de cara a la próxima elección. Es muy difícil venderle una joya falsa dos veces a la misma persona, el que lo intente no solo destruirá su marca sino que cargará de significación positiva a la marca del competidor.

Public Affairs

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